viernes, 19 de noviembre de 2010

¿Dónde estás Guevara? Magia, aventuras y leyendas en la isla de Cuba

Un libro sorprendente del Che es el que presenta el autor bajo ese engañoso título. Y digo engañoso porque poco me esperaba que fuera un libro así. Jamás, a pesar de mi afición a la lectura, me había encontrado con un libro como éste. No es un libro de viajes como nos quiere hacer creer Santiago Tejedor, no. Para mí es mucho más que eso. Tiene algo de viajes, pues narra el viaje del autor por la isla de Cuba mientras intenta encontrar al comandante de guerra más famoso del mundo, y cierto es que de lo que más tiene características es de un libro de este tipo; pero tiene algo de magia además, sobretodo al tocar el tema de los chamanes cubanos y brujas. Cierto es también, o al menos a mí me lo parece, que tiene algo de poético si bien entendemos la poesía desde el punto de vista de que es todo aquello que intenta transmitir un sentimiento, sensación, o pensamiento, y que lo logra a la perfección, y no necesariamente tiene que ser a través de versos, rítmica, métrica... Como decía Verlaine: "la musicalidad es lo primero", y sea presentado como sea el texto si escuchas música al leerlo, eso es poesía.
No se me pide un resumen del texto, bien, porque eso hubiera sido un problema: no es un libro que pueda ser resumido; es un libro para leer y sentir. Con él te transportas a la maravillosa Cuba y te dejas invadir de su cultura e historia; con él descubres un poco más de ese hombre tan conocido y tan desconocido a la vez, pues de su biografía y participación en la Revolución Cubana se ha escrito mucho, pero como Ernesto Guevara, la persona, se sabe poco. De este modo nos acerca Santiago a una persona que ha pasado a ser icono, héroe, leyenda... por su lograda victoria sobre la corrompida sociedad cubana. Luego quiso continuar con el ejemplo extendiendo el marxismo por toda América, pero que a pesar de su fracaso en ello, ya que no consiguió tal cosa y murió en el intento, la victoria está consumada. El Ché logró más de lo que se proponía: sus valores están más que asentados en la sociedad.
Camisetas, fotografías, posters, banderas... seguramente haya tazas, bolígrafos, mecheros... todo lo imaginable impreso con la tan extendida fotografía del Che por toda la faz de la tierra. Pero cada objeto que encontramos a nuestro paso con la cara de este gran revolucionario significa una victoria. Allí donde los hallamos, encontramos también los valores que profesaba el comandante: valentía, humildad, solidaridad, esperanza, cambio, revolución...

Sin embargo, tengo la extraña sensación de que no todo el mundo sabe quién es el Che. Si pusieramos la fotografía de este hombre muy pocos se equivocarían al responder por su identidad, eso es seguro. Pero, ahora bien, creo que no todo el mundo sabe qué hizo y por qué se le conoce. Ni yo misma lo sabía a ciencia cierta por qué se había hecho mundialmente conocido Ernesto antes de leer este libro. Ahora sé lo que hizo: luchó por la libertad y por una Cuba mejor al lado de los revolucionarios, enseñó un nuevo modelo de comportamiento, una nueva actitud ante la vida, defendió la humildad y el aprendizaje día a día, paleó las injusticias sociales y sufrió por las que todavía no se erradicaron... No sé mucho de Ernesto Che Guevara, pero lo que sé me basta. Me basta para saber que quiero saber más, que voy a leerlo para aprender de él, para ser un poquito más como él; y me basta para estar segura de que todos deberían conocer su historia, su vida, su lucha.
Con un estilo fresco a mi parecer, Santiago nos va mostrando el camino que siguió Ernesto. En todo el libro se añaden citas, escritos, y cartas del Che dirigidos a sus amigos, familiares y camaradas. Éstos contribuyen a formar la idea de cómo era el hombre más allá de su faceta política. Cada vez más se presenta a un guerrillero preocupado por los demás antes que por él, que busca el bien común, humilde... Hay que añadir que todo ello con un toque muy sutil de humor. Recuerdo la conversación de dos ancianos a los que preguntó el autor por la situación política del país. Uno comenta y el otro refuta todo el rato lo dicho por su amigo: “Así es”. O cuando, aunque sin poder verificar la información, comenta el autor que el Che dejó de fumar tantos habanos por salud, de modo que sólo fumaba uno al día... de un metro de longitud.
Opino que es un libro didáctico, o por lo menos para mí lo ha sido, como casi todos los libros. He aprendido de Guevara, pero también he aprendido de Santiago. Ha desperezado las ganas ya existentes desde hacía años de viajar, conocer y aprender. Pero sobre todo me ha convencido de que lo mejor del viaje es conocer el lugar mientras te conoces a ti mismo y, para ello, es necesario viajar solo. Uno no se conoce bien hasta que no está solo consigo mismo y se tiene que enfrentar a ciertas situaciones. La soledad es una buena profesora, pero también es una dura compañera. Cuesta viajar solo pero es necesario. Otros viajes pueden ser más turísticos y banales, otros de descanso y disfrute, otros románticos... todos ellos viajes, pero no hacen referencia al viaje de Konstantino Kavafis a Itaca, poema magníficamente mencionado en el libro. Viajar solo significa llegar a Itaca.
Ernesto Che Guevara es la figura central en esta obra y gracias a las palabras de Santiago me he dado cuenta de algo: ante todo el Che era un romántico. No es un romántico de regalar flores o bombones, hacer poemas y galantear a su amada, sino un romántico de época: el romántico que nació en el siglo XIX como protesta del mundo burgués (esto es, del capitalismo naciente). El romántico sentía un anhelo de libertad, era un rebelde contra las normas, angustiado por no poder expresar en palabras lo que siente. Esto último consta en el libro en una de las cartas que Ernesto envió a un amigo suyo, y que son unas de las palabras que más me han cautivado: "las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera y no vale la pena emborronar cuartillas". Eso es, todo un romántico.
Desde mi punto de vista, en los últimos capítulos es dónde se le otorga más intensidad al libro, donde se halla la esencia de todo el viaje y las conclusiones a las que llega el autor. Santiago dice que no ha podido encontrar al Che, porque está en ninguno y en todos los lados. Para mí sí que lo encontró: conoce sus valores. Ernesto era eso, sus valores y su filosofía.
Uno de los temas que se toca en el capítulo final es el de la objetividad que parece preocupar al autor y que se defiende con un escrito del mismo Ernesto Guevara que pareciera haber escrito para finalizar el libro de Santiago. Este último nos dice que su libro no es un logro de objetividad pero cómo podría serlo al verter en él tanto de uno mismo. Ya lo dice a la perfección Eduardo Galiano como señala Tejedor: la objetividad es el horizonte al que nunca se podrá llegar, pero lo que todos quieren alcanzar. De modo que podemos viajar y contar lo vivido, lo visto, lo aprendido. Luego las gentes querrán escuchar nuestras historias, y éstas se lo podrán creer o no, pero lo que cuenta el que lo vivió es lo que vieron sus ojos. Así que como dijo el Che "créanlo o revienten" porque "difícilmente conocerán otra verdad que la que les cuento aquí".
Hay quienes piensan que se sobrevive tras la muerte si alguien te recuerda, esto es en parte cierto. Aunque no se sobreviva como en vida, la personalidad y el cuerpo, queda sobre la tierra un pedacito de ti que hace actuar a los demás como si tuvieras repercusión en ellos, como si todavía vivieras, porque lo sigues haciendo en su memoria. Esto lo hace él sobre muchos, y también sobre el autor, Santiago Tejedor. Ernesto Che Guevara no murió una tarde de octubre de 1967, no murió nunca y sigue luchando desde el recuerdo de los revolucionarios como él "hasta la victoria siempre".

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